Entre la geoeconomía y la geopolítica: ¿un nuevo ciclo de relaciones entre la UE y la CAN?
- Cintia Quiliconi

- 14 oct
- 6 Min. de lectura
Históricamente, las relaciones entre la Unión Europea (UE) y la Comunidad Andina (CAN) han estado marcadas por una aspiración común: construir vínculos entre regiones basados en la cooperación, el comercio y los valores compartidos. Desde la década de 1990, la UE ha sido un socio estratégico para los países andinos, ofreciendo cooperación técnica, asistencia al desarrollo y un modelo de integración regional que inspiró diversas experiencias latinoamericanas.
Sin embargo, la firma del Acuerdo Multipartes entre la UE, Colombia y Perú en 2012, y la posterior incorporación de Ecuador en 2016, marcó un punto de inflexión: las relaciones pasaron de ser interregionales a eminentemente bilaterales. Esta dinámica de acuerdos comerciales preferenciales respondía al nuevo contexto del comercio internacional, en el que tanto Estados Unidos como la UE se habían movido hacia un bilateralismo competitivo, donde predominaba la competencia económica más que la geopolítica. Así, a inicios de la década de 2010, la UE optó por acuerdos diferenciados, dando paso a una lógica bilateral y pragmática. La CAN quedó al margen de las negociaciones directas con Bruselas, y el ideal de una relación interregional comenzó a diluirse. La UE priorizó entonces la apertura de mercados y la difusión de sus estándares regulatorios, relegando a un segundo plano la dimensión política y estratégica del vínculo.
En los últimos años, sin embargo, el contexto internacional ha cambiado drásticamente. El retorno de la competencia entre grandes potencias, la creciente importancia de la seguridad económica y la transición verde global colocan la relación birregional en un nuevo escenario, uno donde la geoeconomía y la geopolítica se entrelazan cada vez más.
El giro geoeconómico europeo y la CAN
La pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania y la intensificación de la rivalidad entre Estados Unidos y China provocaron un punto de inflexión en la política exterior europea. La noción de “autonomía estratégica abierta”, promovida por Bruselas desde 2020, reflejó la necesidad de reconstruir la soberanía económica y tecnológica de Europa y, al mismo tiempo, asegurar cadenas de suministro seguras y sostenibles. En ese marco surge la Global Gateway, lanzada en 2021, como una plataforma de inversión que busca movilizar más de 300 mil millones de euros en infraestructura verde, digital y social en países socios.
A diferencia de los programas tradicionales de cooperación, la Global Gateway tiene un carácter geoeconómico explícito, en tanto busca contrarrestar la influencia de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, fortalecer las cadenas de valor críticas y proyectar la capacidad europea en sectores estratégicos como las energías renovables, los minerales críticos y la conectividad digital. Para los países andinos, ricos en recursos naturales y estratégicamente situados entre Sudamérica, el Caribe y el Pacífico, este nuevo enfoque abre oportunidades, pero también plantea desafíos de alineamiento y autonomía.
Hoy la CAN enfrenta un doble reto: mantener su relevancia como bloque subregional y reposicionarse frente a una Europa que vuelve a mirar hacia América Latina desde un supuesto interés estratégico. Los países andinos ocupan lugares distintos en la ecuación europea: Perú y Colombia son socios comerciales consolidados; Ecuador busca profundizar su relación a través del Acuerdo Multipartes y de la agenda verde; mientras que Bolivia, aún fuera del acuerdo, emerge como actor relevante por sus reservas de litio, aunque aparece más alineada hacia China tras incorporarse recientemente a los BRICS+.
En conjunto, los países de la CAN representan un espacio de intersección entre recursos críticos, transición energética y retos para la gobernanza ambiental, tres temas centrales de la agenda europea. No obstante, las diferencias de orientación política dificultan la articulación de una voz común. La CAN, que en su origen se planteó como un proyecto de integración productiva y armonización normativa, podría recuperar relevancia si logra armonizar una posición conjunta frente a la UE en temas como sostenibilidad y digitalización.
De la geoeconomía a la geopolítica: una nueva lectura del vínculo
La relación UE–CAN no puede entenderse actualmente sólo en términos comerciales o de cooperación. El ascenso de la geoeconomía, el uso de instrumentos con fines estratégicos y un nuevo ciclo introducen nuevos desafíos. Los proyectos de infraestructura verde, las inversiones en transición energética y los programas de digitalización se convierten en instrumentos de poder blando, pero también en herramientas de competencia por influencia y acceso a recursos.
Al mismo tiempo, la dimensión geopolítica se hace más visible. La UE busca reposicionarse como actor global en un mundo multipolar, y América Latina aparece como un socio indispensable para diversificar alianzas más allá de Estados Unidos y China. En este contexto, la CAN no es solo un espacio periférico, sino un territorio donde convergen los intereses europeos y norteamericanos con las estrategias del Sur Global.
Colombia y Perú mantienen tratados de libre comercio tanto con Estados Unidos como con la UE. Perú, además, se ha convertido en un socio clave de China desde la firma de su TLC en 2009 y con la reciente inauguración del puerto de Chancay, financiado por capital chino, que refuerza el vínculo transpacífico. Ecuador, que hace casi una década decidió incorporarse al Acuerdo Multipartes con la UE, firmó recientemente un TLC con China, a pesar de su alineamiento político y de cooperación con Washington. Colombia, tradicional aliado de Estados Unidos, ha optado por fortalecer sus lazos con China y solicitar su ingreso al Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS. Bolivia, como se mencionó, se ha mantenido al margen de estas negociaciones, apostando más claramente por una vinculación con China y con el bloque BRICS+.
Frente a este panorama, la UE necesita encontrar un nicho para posicionarse estratégicamente en la región andina. Los países de la CAN, por su parte, pueden aprovechar este contexto para impulsar agendas propias, por ejemplo, vinculando la cooperación verde europea con políticas de industrialización sostenible y de agregación de valor local. No obstante, ello requiere una mayor coordinación regional y una visión estratégica compartida. Sin una política común andina, el riesgo es quedar atrapados en dinámicas bilaterales asimétricas, donde la UE continúe negociando con cada país por separado según sus intereses específicos, como ocurre actualmente con los proyectos de la Global Gateway.
Conclusión: ¿hacia una relación estratégica?
La próxima Cumbre UE–CELAC representa una oportunidad decisiva para repensar el sentido político de la relación birregional. Tras años de distanciamiento y escasa coordinación, la reactivación de este espacio puede marcar un nuevo ciclo de cooperación estratégica. La UE busca aliados confiables para promover la transición verde y digital; América Latina, por su parte, busca socios que reconozcan su capacidad de agencia en un sistema internacional cada vez más fragmentado.
Si la Cumbre logra traducir las declaraciones políticas en mecanismos efectivos de cooperación, por ejemplo, a través de una plataforma permanente de diálogo político y técnico entre la UE y los bloques subregionales latinoamericanos, la relación podría avanzar hacia una asociación verdaderamente estratégica, más equilibrada y con visión de largo plazo.
Las relaciones entre la UE y la CAN atraviesan hoy un proceso de reconfiguración. De la cooperación normativa al comercio, y ahora a la geoeconomía estratégica, el vínculo refleja las transformaciones del orden internacional. Para la CAN, el reto es convertir esta renovada atención europea en un instrumento que fortalezca su autonomía y su desarrollo sostenible. Para la UE, el desafío es superar la visión bilateral que ha caracterizado su relación con los países andinos y avanzar hacia un enfoque interregional más coherente, como el que mantiene con Mercosur.
La próxima Cumbre UE–CELAC en Colombia será, en este sentido, un termómetro. Si logra articular agendas comunes, podría inaugurar una etapa de diálogo maduro y cooperación estratégica; si no, el riesgo será volver a una relación fragmentada y desigual.

La Dra. Cintia Quiliconi es Doctora en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por la University of Southern California (USC), Magíster en Ciencia Política por la New York University (NYU) y Magíster en Relaciones Internacionales por FLACSO Argentina. Actualmente es Coordinadora del Doctorado en Estudios Internacionales, y Profesora e Investigadora en FLACSO Ecuador. La Dra. Quiliconi ha trabajado como consultora para la CEPAL, el PNUD, la OMS, el BID y el Banco Mundial. Entre sus publicaciones se destacan Global and Regional Leadership of BRICS Countries (2015), Los desafíos del crecimiento con sustentabilidad e inclusión en América Latina (2014) y Bilateralism in a Globalized World (2011).
Las opiniones expresadas en este blog son únicamente de la autora y no reflejan las opiniones de la Red EULAS.
Blog Image credit: Initialling of Trade Agreement between the EU and Ecuador by Francisco Rivadeneira, on the left, and Cecilia Malmström, Etienne Ansotte for the European Union, 2014. Original Source Here.



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